martes, 29 de julio de 2014

Dante y los Pecados Capitales

Los siete vicios o defectos principales del hombre conocidos desde la Edad Media como lujuria, ira, orgullo, envidia, avaricia, pereza y gula, ya aparecían citados de una u otra forma en textos y enseñanzas mucho más antiguas,  o en el mismo Antiguo Testamento. Aunque los pecados capitales eran listados como ocho por algunos autores del primer cristianismo, finalmente fueron oficializados en el s. VI con el número siete por Gregorio el Magno, y así serían recogidos por el Dante Alighieri en la Divina Comedia, en los inicios del siglo XIV.

Además de ese libro del Dante, los siete pecados capitales han inspirado las obras de muchos artistas a lo largo de la historia, como la célebre ¨Mesa de los pecados capitales¨ de El Bosco (adquirida por Felipe II, quien la colocó en sus aposentos privados en El Escorial), así como los grabados de Pieter Brueghel, etc.

Mesa de los Pecados Capitales. El Bosco.

El término «capital» no se refería exactamente a la magnitud del pecado sino más bien a que daba origen a muchos otros pecados. Decía Tomás de Aquino que los pecados que comete un hombre son originados en un vicio capital como su fuente principal. 

En la Divina Comedia tanto el Infierno como el Purgatorio se organizaban en torno a los pecados capitales. 

Infierno:


Purgatorio:


A continuación podemos analizar cada uno de los vicios y lo que recogió  Dante en el Purgatorio de la Divina Comedia.

La lujuria (en latín, luxuria)es usualmente considerada como excesos de naturaleza sexual. Dante en el Purgatorio se encuentra con los lujuriosos que caminan abrasados por el fuego y la sed, cruzándose con otros que van en camino contrario, los sodomitas, con quienes se saludan besándose. Unos gritaban con todas sus fuerzas: ¡Sodoma y Gomorra!, y los otros: ¡En la vaca entró Pasifae para que el toro acudiera a su lujuria!; después dice que se iban llorando en diferentes direcciones.

La ira (en latín, ira) puede ser descrita como un sentimiento desordenado e incontrolado de molestia, enojo y odio. Dante describe a la ira como el disgusto, la irritación y la sed de venganza, y se encuentra con almas que pedían a voces obtener paz y misericordia.

El orgullo (del francés orgueil) y la soberbia (del latín superbia) son propiamente sinónimos. Comprenden la altivez, la arrogancia, la vanidad, el engreimiento…Dante cuenta que ve pasar a un grupo de almas inclinadas humildemente bajo el peso de enormes piedras que transportan.

La codicia o avaricia (en latín, avaritia) es el apego a los bienes materiales y también ambición por bienes espirituales. En el Purgatorio, Dante se encuentra con el Papa Adriano V, atado de pies y manos y extendido en el suelo boca abajo, pues la avaricia le hizo tener los ojos fijos en las cosas terrenales y no miraba nunca hacia arriba.

La envidia (en latín, invidia),desear algo que otro tiene, sentirse mal por el bien de otros, hasta desear el mal al prójimo y sentirse bien con el mal ajeno. Dante Alighieri define esto como «amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos». En el Purgatorio de Dante, el castigo para los envidiosos era el de llevar cerrados sus ojos y cosidos con alambre, para que no vieran la luz (porque habían recibido placer al ver a otros sufrir); dice que iban como ciegos apoyados el uno en el otro y llorando con tantas lágrimas que bañaban con ellas sus mejillas

La pereza (en latín, acidia), se define en sentido propio como una «tristeza de ánimo» que aparta a la persona de las obligaciones espirituales, y en un sentido más amplio se corresponde con cualquier desidia, indolencia y negligencia. El Dante se encuentra con almas que caminaban deprisa y con un fervor ardiente paracompensar la negligencia y la tardanza que por tibieza les impidió hacer elbien.

Finalmente, la gula (en latín, gula) en la actualidad se identifica con la glotonería, el consumo excesivo de comida y bebida, en cambio en el pasado cualquier forma de exceso podía caer bajo la definición de este pecado. De esta manera la dependencia o adicción a algo, el abuso de substancias, etc., pueden ser vistos como ejemplos de gula. En la región de la gula del Purgatorio, Dante se encuentra con una turba de espíritus con los ojos hundidos y la faz tan demacrada que a través de la piel se les notaba la forma de los huesos; los penitentes eran excitados por el deseo de comer y beber ante un oloroso manzano y una fuente de aguas cristalinas, pero no se les permitía alcanzarlos y debían sufrir y purgarse por medio del hambre y la sed.

lunes, 28 de julio de 2014

La Edad Media




INFORMACIÓN GENERAL.


La Edad Media es una etapa de la Historia europea que se extiende desde la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 hasta la caída de Constantinopla (Imperio Romano de Oriente) a manos de los turcos en el año 1453 o bien hasta el Descubrimiento de América en 1492. El concepto fue creado por la gente del Renacimiento que advirtió la existencia de un periodo con características propias. El término tenía connotaciones despectivas, pues se considerada una época oscura comprendida entre dos épocas de esplendor cultural (entre la Edad Clásica y la Edad Moderna).

Sin embargo, la ruptura con los períodos anteriores no fue total, y bajo la pátina de oscuridad y división con que se etiquetó al período medieval subyacía un sustrato cultural común y con fuertes ligaduras con la época clásica. El derecho romano, el latín, la filosofía, etc. tuvieron un fuerte desarrollo, sobre todo refugiado en los monasterios donde se conservaba buena parte del acervo cultural clásico y que forma el germen de los avances científicos y de pensamiento en el Renacimiento.

El sistema económico y político más característico fue el feudalismo y la estructura piramidal de la sociedad; los vasallos, campesinos y siervos estaban en la base mientras que la nobleza y los estamentos eclesiásticos eran los más poderosos. 





La Edad Media es una época profundamente religiosa, había un teocentrismo dominante y los centros religiosos eran en general el único foco de la cultura, donde se conservó la historia pasada; era el único lugar donde se sabía leer y escribir. La lengua utilizada en la escritura era el latín.

Con la caída del imperio romano de Occidente, el latín que se hablaba en los distintos territorios que lo formaron evolucionó hasta constituir las lenguas romances. Llegó, así, un momento en el que el pueblo no podía entender el latín o el griego de los documentos escritos, solo accesibles a un pequeño número de personas cultas, generalmente frailes o nobles. 
    Las primeras manifestaciones literarias en las nuevas lenguas iban destinadas, por tanto, al pueblo, que no sabía leer, por lo que empezaron siendo orales y de las que nos han quedado muy pocos testimonios. 
    Solo más adelante, cuando ya se van consolidando las lenguas romances y van adquiriendo cierta estabilidad y el respeto de las personas cultas, los escritores empiezan a redactar sus obras en esas nuevas lenguas, ya tan alejadas del latín. 
    De manera que, en el largo periodo que llamamos Edad Media, desde los fines de la antigua civilización romana hasta los inicios del Renacimiento, hay muy pocas manifestaciones literarias en los países de nuestro entorno cultural. Al ser los clérigos los principales depositarios de la cultura en esta época, las obras literarias medievales están fuertemente impregnados por la temática  religiosa.

RESUMEN



sábado, 5 de julio de 2014

Balzac. Eugenia Grandet


“Eugenia Grandet”
HONORÉ DE BALZAC. (Francia. 1799-1850)


Balzac afirmaba que así como los diferentes entornos y la herencia producen diversas especies de animales, las presiones sociales generan diferencias entre los seres humanos. Se propuso de este modo describir cada una de lo que llamaba "especies humanas". La obra que llamó “LA COMEDIA HUMANA” incluiría 150 novelas, divididas en tres grupos principales: Estudios de costumbres, Estudios filosóficos y Estudios analíticos. Las novelas incluyen unos dos mil personajes, los más importantes de los cuales aparecen a lo largo de toda la obra. Balzac logró completar aproximadamente dos tercios de este enorme proyecto. Entre las novelas más conocidas de la serie figuran Papá Goriot (1834), que narra los excesivos sacrificios de un padre con sus ingratas hijas y Eugénie Grandet (1833), donde cuenta la historia de un padre miserable y obsesionado por el dinero que destruye la felicidad de su hija.
El objetivo de este autor era ofrecer una mirada absolutamente realista de la sociedad francesa, algo fascinante para el autor, describiendo los ambientes en relación a los personajes quienes constituyen verdaderos arquetipos dentro de la sociedad.

FRAGMENTOS:
L
a casona, llena de melancolía, en que se desarrollaron los acontecimientos de esta historia, era precisamente una de esas mansiones, restos venerables de un siglo en que cosas y hombres mostraban ese carácter de sencillez que las costumbres francesas van perdiendo día a día. Luego de haber seguido los recovecos de este camino pintoresco, cuyos menores accidentes despiertan recuerdos, y cuyo efecto general tiende a sumiros en una suerte de maquinaria ensoñación, distinguís una rinconada sombría, en cuyo centro se oculta la puerta de la casa de monsieur Grandet. Pero imposible comprender el valor de esa expresión provinciana sin exponer antes la biografía de Grandet.
Gozaba monsieur Grandet en Saumur de una reputación cuyas causas y efectos no comprenderán del todo aquellas personas que, poco o mucho, no hayan vivido en provincias. Monsieur Grandet, al que todavía hay quien sigue llamando tío Grandet, aunque el número de esos viejos va disminuyendo sensiblemente, era, en 1879, un maestro tonelero  muy acomodado, que sabía leer, escribir y de cuentas. Cuando la República francesa sacó a la venta, en el distrito de Saumur, los bienes del clero, nuestro tonelero, que en esa ocasión frisaba en los cuarenta, acababa de contraer matrimonio con la hija de un opulento marchante en maderas. Provisto de su fortuna líquida y de la dote, dos mil luises en oro, se plantó Grandet en la capital del distrito, donde mediante doscientos dobles luises, ofrecidos por su suegro al feroz republicano de vigilar la venta de los terrenos nacionales, se quedó por un pedazo de pan, legal, ya que no legítimamente, con los más lúcidos viñedos de la comarca, una vieja abadía  y unos cuantos cortijos. Los vecinos de Saumur eran poco revolucionarios y el tío Grandet pasó por un hombre audaz, un republicano, un patriota, un espíritu que picaba en las nuevas ideas, siendo así que, donde picaba el tonelero, era, sencillamente, en las viñas. Lo nombraron miembro de la administración del distrito de Saumur, y allí se dejó sentir su influjo político y comercial. En lo político protegió a los ex nobles e impidió, con todo su poder, la venta de los bienes de los emigrados; comercialmente, suministró a los ejércitos republicanos mil o dos mil pipas de vino blanco, cobrándose en unos prados soberbios, propiedad de una comunidad de mujeres, que habían reservado para el último lote. Bajo el consulado el buen hombre fue alcalde, administró sabiamente y vendió mejor todavía. A Napoleón no le hacían gracia los republicanos, y sustituyó a monsieur Grandet por un hacendado, un futuro barón del Imperio. Monsieur Grandet dejó los honores Municipales sin pena alguna. Había mandado construir, en interés de la ciudad, unos caminos excelentes, que conducían a sus propiedades. Su casa y sus tierras, muy estratégicamente catastradas, pagaban impuestos moderadísimos. Después de la clasificación de sus diferentes huertos, sus viñas, gracias a desvelos continuos, habían llegado a ser la cabeza del país, vocablo técnico en uso para designar los viñedos que producían vinos de primera calidad. Habría podido solicitar la Cruz de la Legión de Honor. Ese acontecimiento tuvo lugar en 1806: Monsieur Grandet tenía entonces cincuenta y siete años y su mujer unos treinta y seis. Una hija única, fruto de sus legítimos amores, contaba diez. Monsieur Grandet, a quien la Providencia quería sin duda consolar de su desgracia administrativa, heredó aquel año sucesivamente tres herencias, cuya cuantía no llegó a saber nadie. La avaricia de aquellos tres viejos rayaba hasta tal punto en pasión que llevaban mucho tiempo juntando dinero para contemplarlo a escondidas. […]
… Aquella mañana, Monsieur Grandet, siguiendo su costumbre de los días memorables del cumpleaños y el santo de Eugenia, había ido a sorprenderla en la cama, presentándole con toda solemnidad su paternal regalo, consistente, desde hacía trece años, en una curiosa moneda de oro. Madame Grandet solía, generalmente, regalarle a su hija un traje. Aquellos trajes y las monedas de oro que recogía el primer día del año y el del santo de su padre, le componían una rentita de unos cien escudos que a su padre le gustaba vérselos apilar. ¿No equivalía aquello a pasar su dinero de una caja a otra y, por así decirlo, criar a la mano la avaricia de su heredera, a la que a veces pedía cuenta de su tesoro…? […]
…A las ocho y media de la noche ya estaban colocadas dos mesas, la linda madame des Grassins se había dado maña en colocar a su hijo al lado de Eugenia. Los personajes de esa escena, llena de interés, aunque vulgar, en apariencia, armados con cartones coloridos, numerados, y de fichas de cristal azul, parecían escuchar los chistes del viejo notario, que no sacaba un número sin hacer alguna observación; pero, en realidad, pensaban en los millones de Grandet. El ex tonelero contemplaba vanidosamente las plumas rosas, el fresco tocado de madame de Grassins, la cabeza del banquero, de Adolfo, el presidente, el abate y el notario, y en su interior se decía: “Todos están aquí por mis escudos. Vienen a aburrirse aquí por mí hija. Pero, ¡bah!… mi hija no será ni de unos ni de otros y toda esa gente me sirve a mí de arpones para pescar”. (…) Pero, no es al fin y al cabo, una escena de todos los tiempos y lugares, solo que reducida a su más simple expresión? La figura de Grandet, estimulando el falso afecto de las dos familias para sacar de él enormes provechos, dominaba e iluminaba aquel drama. ¿No venía a ser el único dios moderno en que aún tenemos fe, el dinero en todo su poderío? Los dulces sentimientos de la vida solo ocupaban allí un lugar secundario, y únicamente animaban allí a tres corazones puros: el de Nanón, el de Eugenia y el de su madre. ¡Pero cuánta ignorancia no había dentro de su sencillez! Eugenia y su madre ignoraban la fortuna de Grandet; ellas no estimaban las cosas de la vida más que al resplandor de sus pobres ideas y no estimaban ni apreciaban el dinero, por la costumbre que tenían de pasarse sin él. Sus sentimientos, heridos sin que ellas mismas se diesen cuenta de ello, y la humildad de su vida, constituían curiosas excepciones en aquella reunión de personas cuya vida era puramente material.
¡Triste condición humana! No hay dicha que no se funde en la ignorancia.

Honoré De Balzac